El blanquinegro Ron


Entrañable.
Como consecuencia de un artículo de El País titulado El Negro Ron, de Manuel Vicent, que me envía Mamen, mi hermana, que acaba de perder a la madre de Ron, mi perro, la corretona Milka.
Es innegable que tanto perros como gatos, no te digo ya un caballo, influyen poderosamente en nuestras vidas (supongo que cualquier mascota de entidad, pues no puedo imaginar que una tortuga de agua o un hámster puedan generar un sentimiento lo suficientemente importante en un adulto). Esto evidentemente no es cierto. Y si no que se lo digan a cualquiera que tenga una tortuga de agua o un hámster y lo esté cuidando todos los días, mirándo sus evoluciones y depositando en él todo su cariño.
El blanquinegro Ron se comunica y cómo con nosotros. Su mirada lánguida cuando solicita una caricia desde la distancia, pidiéndome permiso para acercarse a recibirla mientras me encuentro tumbado en el sofá de casa (haber qué imagen voy a dar con esta frase); su algarabía cuando llegas del trabajo y todavía no lo ha sacado nadie a pasear dando golpes de hocico en la pantorrilla si no le haces demasiado caso; su caracoleo alrededor de tus pies evitando que le pises con artes de torero consagrado cuando llevas un plato con restos de comida a la cocina; sus carreras de…¿agradecimiento?, ¿placer?, ¿necesidad de secarse del todo?, cuando le bañas y le recompensas por su docilidad con tres o cuatro premios; sus ladridos retrasados cuando tras llamar al timbre del portal tardan demasiado en llamar a la puerta de la casa; su mirada de comprensión si por la mañana le dices que no eres tú el que lo va a sacar sino Helena cuando se levante más tarde; su movimiento apresurado con la cola entre las piernas hacia su espacio de descanso bajo la mesa de la cocina si agarras la fregona para limpiar una meada inoportuna; sus movimientos de cola cada vez más cadenciosos cuando pronuncias su nombre repetidamente; su llegada apresurada y con paso saltarín cuando lo llamas desde la distancia; su postura de espera mirando hacia la puerta de entrada a la casa si alguien se retrasa en su horario habitual de llegada.Así podría enumerarte muchos más momentos de comunicación entre el blanquinegro Ron y yo. Y todo eso lo echaré de menos con toda seguridad cuando ya no esté con nosotros. Es por todo eso que le perdonas sus meadas en sitios impropios, sus ladridos de aviso o de miedo cuando llaman a la puerta, sus paradas insistentes y clavando patas para oler cualquier mancha oscura de la calle, perturbando tu pausado paseo. Y la fuerza se me va por la boca cuando sin que él lo sepa amenazo con regalarlo al primero que me lo pida cuando mi cabreo alcanza su punto álgido.Gracias Mamen por enviarme el escrito http://www.elpais.com/articulo/ultima/Negro/Ron/elpepuopi/20101128elpepiult_1/Tes
Y por hacerme pensar en todo esto para contestarte, pues me ha acercado un poquito más a mi Blanquinegro Ron.
(La foto es una de las primeras que le hice y lo puse al lado de unos limones para titularla "Ron con limón" bajo la mirada del gato de cartón)