Belén ya está en capilla


campito 2008 Belén

Beén ya está en capilla.

El próximo martes, 2 de septiembre, comienza su experiencia en Harvard.

Saldrá hacia Boston, via Frankfurt y llegará hacia las ocho de la tarde, hora de Boston. Alli le estará esperando un miembro del grupo que va a explicarle durante toda la semana como desenvolverse en Harvard y en Boston, por ejemplo como abrir una cuenta bancaria para una persona no americana, o comprar un móvil, dónde se encuentran las diferentes instalaciones básicas dentro de la yarda donde suelen estar las principales instalaciones y residencias para los de primer curso.

Por fin ya conoce a sus compañeras de habitación. Son tres norteamericanas, una de California, otra de Texas y una tercera de Illinois. Mediante el Facebook ya ha tenido la oportunidad de ver algunas fotos de sus compañeras y se han escrito algunos e-mails para iniciar los contactos.

También ha intercambiado e-mails con su familia de acogida. Esta figura es muy interesante, pues consiste en poner en contacto a un estudiante durante el primer año con una familia residente en Boston o alrededores, que te ayude a integrarte mejor el primer año en la ciudad y con la que puedas contar en caso de tener cualquier tipo de problema. Por lo general, si llegan unas vacaciones y no vas a volver a tu pais, puedes ir con ellos a pasar unos días, o acompañarles al teatro o a otros eventos culturales, o bien compartir una cena el día de acción de gracias por ejemplo. En el caso de Belén, el padre es profesor en Harvard de cursos de postgrado, la madre toca la viola de gamba y tienen un par de hijos, chico y chica, uno de los cuales trabaja en Boston y el otro está en una universidad cercana.

A mi mujer y a mi nos deja un poco más tranquilos el saber que hay alguien que puede ofrecerle su casa y su apoyo durante este año.

Todo va llegando y ya esgtamos a una semana de su partida. Hoy ha estado haciendo unos exámenes via internet, para saber su nivel en escritura, química y biología.

Todo nos resulta novedoso, muy diferente a como se enfoca el curso para un universitario en España.

Felicidades Helena, menuda celebración



Ayer fue el santo de mi hija Helena. (ver foto para conocer a Helena)
Pocos regalos recibió, unas chanclas (usadas), y un paseo por la tarde a la playa del Postiguet con posterior parada en un restaurante justo al lado de la playa.

Primero quiero explicar lo de las chanclas usadas, que parece que suena muy mal, pero tiene su explicación. Belén le había comprado las chanclas en cuestión, y las tenía reservadas para la ocasión. En esto que recibimos la visita de una amiga de Belén, de Carolina del Sur, Sela, fruto de su estancia en USA los dos años pasados. Y resultó que precisaba de un calzado acorde a la estación veraniega y que no traía en su pequeña maleta, así que pidiendo permiso a Helena, Belén prestó las chanclas a Sela.

Pero esto, que daría para un buen post, no es mi objetivo de hoy.

El caso es nuestra visita al restaurante que hay al lado de la playa, con una buena vista, una terraza a la vera del mar, moderno, nuevo, en una zona de paso muy concurrida.
Era la primera vez que decidía sentarme en su terraza y lo hacía con mis dos hijas menores y mi mujer. Miramos la carta y decidimos pedir unas Tostas que tenían muy bunea pinta. Dicho y hecho, cuando vino la camarera solicitamos la bebida y lo que habíamos elegido cada uno. Al rato, nos llega con la bebida y nos dice que no hay tostas, que se han acabado.

Bueno, como pensamos pasar un rato sentados decidimos pedir unos bocatas que también tenian buena pinta, con cebollita caramelizada, varios tipos de lechugas, rodajitas de tomate..., una hamburguesa y una ensalada.

Pasó tiempo, bastante como para empezar a pensar que no era normal lo que estaban tardando, y cuando al rato decidí protestar y avisar a la camarera mi hija Belén me calmó diciéndome que ya lo veía por el ventanal y que estaban a punto de traelo.
Trajeron la ensalada, los dos bocadillos y la hamburguesa. En la carta indicaba que tanto los bocadillos como la hamburguesa venían acompañados de patatas fritas. Las patatas no estaban por ningún lado y le pedimos explicaciones a la camarera.
Nos informó que se habían acabado y que por ese motivo los bocadillos iban más suculentos, cosa que no parecía del todo verdad y que no justificaba el que no nos hubieran advertido de la circunstancia.

En vista de que la situación se le iba de las manos, se marchó y avisó a otra persona, que al parecer era el encargado o algo así y nos estuvo explicando los problemas internos que estaban teniendo en la cocina, que si las Tostas sólo las hacían por la mañana, que no les funcionaba la freidora, que era lunes y estaban desprovistos de material, que tenían actuaciones por las tardes diferentes todos los días, y mientras tanto enfriándose todo, la hamburguesa, los bocatas y la bebida calentándose.

Para paliar el desaguisado, nos invitaban a una copa de cava que no habíamos solicitado y que sin mediar palabra nos pusieron en la mesa.

Yo miraba hacia adentro del restaurante y me alegraba de no haber entrado como me había indicado la camarera al llegar, que claro, era nueva según el encargado y no había sabido atendernos como debía. A saber cómo estaban cenando los clientes. Cuando le dijimos que no había en el bocadillo la cebollita caramelizada, ni los distintos tipos de lechuga, ni las rodajitas de tomate, ni las salsas para la hamburguesa, puso una cara muy compunjida y dijo que eso si que era preocupante y que iba a la cocina a averiguarlo. Resultó que la persona que en ese momento estaba haciendo los bocadillos, no solía hacer ese tipo de trabajo y que tal vez se le había pasado.

Nos fue contando de esta guisa una milonga detrás de otra y optamos por no arruinar nuestro festejo y beber y brindar con la copa de cava que tan amablemente nos había traído el destino.

Felicidades Helena, menuda celebración.

Huracán en las Torres del Paine




Enlazando con el post anterior, sigo en Chile, en el Parque de las Torres del Paine, con la montaña al fondo. La vista está tomada en la carretera sur del parque, ya de vuelta al hotel y momentos antes de la perdigonada de piedra que recibimos. La pista es de tierra apisonada y si el viento sopla a velocidades muy grandes, las piedras del camino se convierten en auténtica munición de diversos calibres y en una de esas nos pilló por detrás destrozando la luneta trasera y los parabrisas. El espectáculo era fantástico, los lagos de origen glaciar, que tienen un color lechoso debido a tener mucho material en suspensión, azotados por el viento levantan una nube de agua en forma de vapor sobre la superficie del lago. El ruido del viento tratando de de meterse por cualquier rendija del coche ponía el acento sonoro a la situación.

Mi madre iba en el asiento trasero del coche y recibió la lluvia de cristales sobre su cabeza, y nosotros dos, que estábamos el uno tomando una foto, la que veis arriba y mi hermano grabando un video, nos encojimos como impulsados por un resorte sobre nuestras piernas adoptando la postura fetal, que debe ser una buena postura para defender todos los órganos del cuerpo.

En la grabación del video, cuando se pasa a cámara lenta se observan las piedras volar.

Aprovechando que nos habíamos hospedado en el hotel del parque, que dispone de sala de masaje y sauna, habíamos pedido hora para agasajarnos con un buen masaje a la vuelta de nuestra excursión, sobre todo, para la viejita que aunque su ánimo es grande, las emociones a esas edades cansan y las caminatas con un viento descontrolado que nos obligaba a llevarla casi en volandas entre mi hermano y yo también.

La sauna, el masaje y el yacuzzi fueron muy agradables, pero cuando salí del local en mitad del valle donde está ubicado el hotel, de planta baja, seguía soplando muy fuerte el viento. El masaje, el yacuzzi y la sauna me habían dejado un poco mareado. Como pude llegué al bar y me encontré con mi hermano y mi madre sendados en una mesa junto al ventanal. Cuando logré acomodarme, desde mi lugar seguro y con mi cerveza en la mano, pude ver cantidades de objetos volar por el otro lado del cristal. Mi madre, que después del masaje se había ido a descansar a la habitación, tuvo que ir en busca de mi hermano pues temía que la habitación se viniera abajo, tal eran los envites que el viento daba contra las paredes y ventanas del hotel.

Al día siguiente, ya todo se había calmado, nuestro coche, al que habíamos intentado proteger del viento poniendo cartones y plásticos y mucha cinta aislante, estaba inundado de hojas, bostas secas de animales de todo tipo que habrían ido a parar a su interior y cristales, tierra, ramas... Nunca había visto tanta desolación dentro de un vehículo. Los adornos que el hotel tenía repartidos por el exterior, como ruedas de carros, señales, bancos, todo estaba arrancado de su sitio, algunos árboles caídos sobre el cesped tan cuidado el día anterior y parte del tejado levantado. Los empleados del hotel decían que nunca habían visto un viento tan fuerte, que había soplado a más de 200 km. por hora y que algunos coches como el nuestro habían sufrido desperfectos.

El taller del hotel nos arregló y limpió el coche para poder seguir viaje y todo quedó en un pequeño susto y un gran espectáculo de la naturaleza. A la marvilla del paisaje, había que añadir este fenómeno que nos dejó una atmósfera completamente nítida que nos acercaba las montañas casi al alcance de nuestras manos.

El horrendo comienzo de mi viaje a Las Torres del Paine



Hace unos meses,a uno de mis hermanos se le ocurrió la feliz idea de invitar a mi madre de 80 años cumplidos a viajar a Argentina y Chile, con la idea de visitar a unos familiares y por otro lado por ver las hermosas montañas del sur de Chile. Cuando me enteré de su invitación, me apunté con los ojos cerrados al viaje, saliera como saliese.

La aventura comenzó antes de empezar propiamente el viaje, pues tras intentar comprar el mismo vuelo y no conseguirlo, busqué en internet un vuelo en la misma fecha, tanto de ida como de vuelta y lo encontré. Hice las correspondientes gestiones para comprarlo por este sistema y recibí la confirmación del mismo.

Me despreocupé del tema durante los meses siguientes previos al viaje y el día anterior me fui a Madrid para embarcar. Salimos juntos mi hermano, mi madre y yo en el mismo taxi para el aeropuerto. Mientras que ellos salían de la terminal 1, yo lo hacía desde la 4. Me despedí y les pedí que me esperaran en el aeropuerto de Ezeiza que era el de destino, al que yo llegaría dos horas más tarde.

Me dirigí al aparato de facturación y no encontré el pasaje a mi nombre, pero no pasaba nada, era un aparato al que me enfrentaba por primera vez y muchos otros usuarios estaban en una situación parecida a la mía, por lo que fui al puesto atendido por personal de la compañía en la que viajaba para que me atendieran.
Cuando me llegó el turno y presenté mi clave de reserva, me informaron que no tenía billete a mi nombre en su sistema. Me dieron por todo consejo, que llamara a la compañía donde había comprado el vuelo, pero como eran antes de las nueve de la mañana, todavía no había nadie al otro lado de la línea.

Podéis imaginaros mi indignación, estupor, cabreo, descoloque...

Rápidamente me puse en la cola de venta de billetes y al llegar mi turno, me informaron que había billete en clase preferente, al precio de más de dos mil euros para ese vuelo, precio que superaba en mucho mi presupuesto. Amablemente, el vendedor me informó que en la ventanilla de otra de las compañías que volaban a Argentina habían billetes a mejor precio, en la terminal 1, pero que me diera prisa pues el vuelo partía en poco tiempo.

Podéis imaginaros mi esperanza, mi sudoración, mi excitación, mis nervios...

Finalmente obtuve billete, salí antes que ellos, que me estaban ya esperando en la sala de embarque y fui yo quien les esperé en Ezeiza. Menudo comienzo.

Bueno, todo esto viene a cuento de mi viaje a Las Torres del Paine en Chile, de donde es la foto que he subido para ilustrar este post y que como veis es un sitio digno de visitar.

El aire es límpio, la vista inmejorable. La foto está tomada al final de la carretera norte que recorre el parque nacional de Las Torres del Paine, junto a un camping. Ese día el viento era un poco más flojo que el día anterior, que había soplado a una velocidad de más de 200 km a la hora y que había destrozado la ventanilla trasera y los retrovisores de nuestro coche de alquiler, en una perdigonada de piedras.

¿Por qué Papaharvard?



Lo cierto es que me vino a la cabeza el nombre de Papaharvard por una razón muy sencilla. Mi hija pequeña, Belén, ha sido admitida en la universidad de Harvard este año 2008 y por tanto será del curso 2012, año en el que se licenciará.
No puede irse de mi cerebro ese acontecimiento. Asi, cuando traté de buscar un nombre para mi blog, el hecho de ser el padre de una futura alumna de Harvard seguía rondando por allí y el nombre salió por generación expontanea.
El orgullo es enorme. Cuando te enteras que únicamente han entrado dos personas españolas este año en Harvard, se acrecienta y cuando te dicen que hace siete años que no entra ningún español, todavía te sientes más importante. Y fijate, yo he hecho bien poco para que ella entrara en esa universidad, algunos consejos, apoyo moral, trasmitir un poco de confianza en si mismo y poco más, pero no dejo de sentirme orgulloso, afortunado, envidiado, no dejo de propagarlo a los cuatro vientos, y no se me cae la sonrisa de la boca cada vez que pienso en ello.

Para entrar en Harvard no es necesario haber estudiado en Estados Unidos como ha hecho Belén en los dos últimos años, en los que ha estado cursando el bachillerato internacional en los Colegios del Mundo Unido, en Nuevo Mexico, pero eso es harina de otro costal y ya daremos cuenta de ello en otro post.

El proceso de solicitud no es tan complicado. En primer lugar os aconsejo que os abráis una cuenta en "College Board", pues os va a facilitar tremendamente muchas de las gestiones administrativas, a la vez que os provee información sobre todas las universidades y proceso a seguir. Un segundo paso sería abrirse una cuenta en "The Common Application", pues desde allí se envía una solicitud común a todas las universidades y te informan de los suplementos, tasas, y requerimientos específicos a cada universidad. Aparte hay que hacer unos exámenes de conocimientos "SATs"que vienen a ser algo así como la selectividad en España, y que tiene que hacerlo todo aquel que quiera estudiar en una universidad americana. También necesitas hacer un exámen de tus conocimientos de inglés, el "Toefl". El colegio o instituto donde estudies debe enviar las calificaciones de primero de bachillerato y antes del uno de enero, se debe de enviar la previsión de las notas que vas a sacar a final del curso. Hacer la solicitud a aquellas universidades a las que te interese entrar, pagar las tasas, escribir los ensayos sobre los temas que te indiquen y con la extensión que te digan, pasar las entrevistas si es que en la universidad a la que optas tiene previsto hacerlas y por supuesto, asistir al lugar donde se realicen. Los padres, si quieres pedir ayuda económica, tienen que informar de los ingresos que tienen, traducido al inglés, a poder ser por traductor jurado y decir qué cantidad estaría dispuesto a aportar para los estudios de su hijo. Las universidades americanas también piden cartas de recomendación (dos o tres)de los profesores del colegio o instituto y de alguna persona relacionada con el alumno.
Lo cierto y verdad es que mucho de este papeleo lo suele hacer el colegio y que por nuestra parte únicamente tuvimos que calcular los gastos que realizamos el año anterior (un cálculo aproximado) en una batería de preguntas que envía cada universidad en un cuestionario.
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Después viene la tensa espera para saber si has sido admitido y en su caso cual es la ayuda económica que te concede la universidad.
Puede ocurrir, como de hecho ocurrió que alguna universidad en la que estás admitido no te conceda una ayuda económica suficiente como para poder permitirte asistir a ella. Si es así, tienes la opción de solicitar más ayuda y puede que te la concedan... o no.
Si después de todo eso, finalmente obtienes una plaza en Harvard y con una ayuda económica suficiente como para poder permitirte enviar a tu hijo a Boston durante cuatro años o más, es para sentirte orgulloso y que dificilmente se te borre de tu cerebro.
¿Se entiende ahora el nombre de Papaharvard?

Unos días en el campo del abuelo


campito 2008 Las tres marías

La crisis se nota, y como.

Antes de que viniese, las vacaciones eran otra cosa. Uno, en este caso yo, planificaba viajes "al extranjero", que es aquello que cae más allá de las líneas divisorias de nuestra muy querida España. Que si Roma y sus alrededores, que si la Bretaña y la Normandía, que si Regensburg y las montañas austriacas, la Argentina o Chile, que si pitos o flautas. Ahora, los viajes se quedan en las cercanías de casa y sin traspasar las líneas.

Resulta que después de un curso escolar extraño en los que tienes una hija en Turquía, otra en Nuevo Mexico y la otra a cuatrocientos kilómetros de casa, nos hemos dado encuentro la familia, los de casa vamos, los papás y las niñas, que son tres, aunque no todas son Marías. Ana María, Helena y Belén. Pues bien, para celebrarlo, hemos decidido ir al campito que tienen los abuelos por parte de madre allá por Busot, pueblecito fronterizo en sus días, con castillo y todo en las cercanías de Alicante. Por allí tiene que hacer un poco más de fresco según las estadísticas que en la capital. Pero quiá, eso debía de ser en las estadísticas de las de antes, que todo está cambiando. Anoche sin ir más lejos, tuvimos que dormir en camas separadas mi mujer y yo para no darnos calor humano, ese que tanto falta en algunos momentos, pero que en otros sobra y de qué manera.

Y oye, de maravilla poder estirarse cuan largo es uno sin la precaución de no chocar abruptamente con la pierna del compañero o compañera de cama. A propósito, la cama es de esas de hierro forjado con barrotes adornados con borlas metálicas doradas, y que algún bisabuelo de Maite, mi mujer, compraría en su tiempo con gran ilusión para su amantísima esposa. No tuvo el hombre la precaución de pensar que en generaciones posteriores la raza mejoraría y que esas dimensiones de cama se quedarían un tanto pequeñas. Ahí me tienes sacando los pies por entre los barrotes y teniendo mucho cuidado de no lanzar ningún izquierdazo en plan el niño Torres y destrozarme los metacarpos.

Pues como decía, nos fuimos al campito del abuelo. Allí veranea los tres meses largos del verano mi perro Ron junto a mis suegros. Es el más envidiado por todos. Su misión y os aseguro que la cumple, es ladrar a todo bicho viviente que ronde cerca de la casa, ya sea la furgoneta del panadero o del heladero que cuando se aproxima hace sonar la bocina para alertar a la clientela, ya el paseante de las ocho de la tarde que hace su ronda entre los chaletes, o el gato o el perro del vecino, todos son saludados y agasajados con los ladridos de mi perro. Y eso le agrada a Pedro, mi suegro, que se siente advertido y protegido (Ron no levanta ni veinte centímetros del suelo)

Las labores del campo son muchas y variadas, desde rastrillar las hojas del eucalipto y las de los pinos; colgar la hamaca mejicana de hilos que no sabe uno como puede aguantar tanto kilo junto y meciéndose a la vez; construir un espantapájaros para que los frutos de la higuera lleguen lo más intactos posible a la mesa o bien ayudar a pintar la escalera que sube a la azotea con circulitos naranjas, verdes y blancos sobre fondo negro. Ha quedado muy mona (ver foto).

Todo esto aderezado con alguna partidita de ping pong; algo de cartas; charretas nocturnas a "la belle etoile" y por supuesto mucho helado, mucha agua de cebada y horchata bastante.

Los abuelos han debido de quedar un poco aturdidos, pues aprovechando que estábamos toda mi familia reunida, mi cuñada ha dejado caer por esos lares a sus tres vástagos, una de ellas con novio (el muchacho se acercaba sólo por las tardes y me ha ofrecido buenas partiditas de ping-pong), y mi cuñado a su hijita, con lo que chiquillería había para dar y tomar y Ron agradecido por tanto barullo.

Ellos, los abuelos tampoco han pecado de recatados y nos han soltado todas las historias mil veces contadas, no han parado de dar consejos como si fuesen a faltar mañana mismo y tuvieran que transmitir todo el conocimiento adquirido en sus casi ochenta abriles.

En definitiva, se ha superado con nota estas minivacaciones en el campito del abuelo.