Unos días en el campo del abuelo


campito 2008 Las tres marías

La crisis se nota, y como.

Antes de que viniese, las vacaciones eran otra cosa. Uno, en este caso yo, planificaba viajes "al extranjero", que es aquello que cae más allá de las líneas divisorias de nuestra muy querida España. Que si Roma y sus alrededores, que si la Bretaña y la Normandía, que si Regensburg y las montañas austriacas, la Argentina o Chile, que si pitos o flautas. Ahora, los viajes se quedan en las cercanías de casa y sin traspasar las líneas.

Resulta que después de un curso escolar extraño en los que tienes una hija en Turquía, otra en Nuevo Mexico y la otra a cuatrocientos kilómetros de casa, nos hemos dado encuentro la familia, los de casa vamos, los papás y las niñas, que son tres, aunque no todas son Marías. Ana María, Helena y Belén. Pues bien, para celebrarlo, hemos decidido ir al campito que tienen los abuelos por parte de madre allá por Busot, pueblecito fronterizo en sus días, con castillo y todo en las cercanías de Alicante. Por allí tiene que hacer un poco más de fresco según las estadísticas que en la capital. Pero quiá, eso debía de ser en las estadísticas de las de antes, que todo está cambiando. Anoche sin ir más lejos, tuvimos que dormir en camas separadas mi mujer y yo para no darnos calor humano, ese que tanto falta en algunos momentos, pero que en otros sobra y de qué manera.

Y oye, de maravilla poder estirarse cuan largo es uno sin la precaución de no chocar abruptamente con la pierna del compañero o compañera de cama. A propósito, la cama es de esas de hierro forjado con barrotes adornados con borlas metálicas doradas, y que algún bisabuelo de Maite, mi mujer, compraría en su tiempo con gran ilusión para su amantísima esposa. No tuvo el hombre la precaución de pensar que en generaciones posteriores la raza mejoraría y que esas dimensiones de cama se quedarían un tanto pequeñas. Ahí me tienes sacando los pies por entre los barrotes y teniendo mucho cuidado de no lanzar ningún izquierdazo en plan el niño Torres y destrozarme los metacarpos.

Pues como decía, nos fuimos al campito del abuelo. Allí veranea los tres meses largos del verano mi perro Ron junto a mis suegros. Es el más envidiado por todos. Su misión y os aseguro que la cumple, es ladrar a todo bicho viviente que ronde cerca de la casa, ya sea la furgoneta del panadero o del heladero que cuando se aproxima hace sonar la bocina para alertar a la clientela, ya el paseante de las ocho de la tarde que hace su ronda entre los chaletes, o el gato o el perro del vecino, todos son saludados y agasajados con los ladridos de mi perro. Y eso le agrada a Pedro, mi suegro, que se siente advertido y protegido (Ron no levanta ni veinte centímetros del suelo)

Las labores del campo son muchas y variadas, desde rastrillar las hojas del eucalipto y las de los pinos; colgar la hamaca mejicana de hilos que no sabe uno como puede aguantar tanto kilo junto y meciéndose a la vez; construir un espantapájaros para que los frutos de la higuera lleguen lo más intactos posible a la mesa o bien ayudar a pintar la escalera que sube a la azotea con circulitos naranjas, verdes y blancos sobre fondo negro. Ha quedado muy mona (ver foto).

Todo esto aderezado con alguna partidita de ping pong; algo de cartas; charretas nocturnas a "la belle etoile" y por supuesto mucho helado, mucha agua de cebada y horchata bastante.

Los abuelos han debido de quedar un poco aturdidos, pues aprovechando que estábamos toda mi familia reunida, mi cuñada ha dejado caer por esos lares a sus tres vástagos, una de ellas con novio (el muchacho se acercaba sólo por las tardes y me ha ofrecido buenas partiditas de ping-pong), y mi cuñado a su hijita, con lo que chiquillería había para dar y tomar y Ron agradecido por tanto barullo.

Ellos, los abuelos tampoco han pecado de recatados y nos han soltado todas las historias mil veces contadas, no han parado de dar consejos como si fuesen a faltar mañana mismo y tuvieran que transmitir todo el conocimiento adquirido en sus casi ochenta abriles.

En definitiva, se ha superado con nota estas minivacaciones en el campito del abuelo.

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