DÉCIMA CRÓNICA DESDE NEW YORK. SÁBADO, 30 DE MAYO 2009





Nos hemos levantado un poco tarde. Ésta vez Belén nos ha ganado a Maite y a mi y ha sido la primera en ducharse. Cuando he bajado a desayunar no había nadie como de costumbre, y he estado mirando un libro del año escolar del 2009 de los alumnos del colegio de Margo que andaba encima de la isla de la cocina. Todo un derroche de fotografías, dibujos a color, tapas duras, fotos de todos los alumnos, apartado especial para los que terminan el colegio, que en USA. es muy importante y se celebran grandes fiestas, con los chavales que ya han optado a la universidad desde enero y la han visitado con sus padres, los padres que les regalan el primer coche, o vete a saber qué historias me he hecho yo con tanta película americana con los preuniversitarios como objetos cinematográficos.

Mientras me preparaba un desayuno a base de crema de cacahuete y oliendo un queso de untar para verificar su estado con el sentido del olfato, hete aquí que aparecen los Lorber, completamente empapados de sudor que venían del gimnasio. Margo nos ha invitado a salir a la terraza y allí en buena compaña hemos terminado todos desayunando. Maite ha decidido que ese era el mejor momento para hacer entrega de los regalos y nos hemos desecho de un poco más de peso en nuestras maletas, pues mira que pesa el turrón y los CD's de música de guitarra. El primer abanico se ha roto a las primeras de cambio y hemos hecho entrega de un segundo, con sumo agrado y preocupación no fuera a volver a pasar lo que con el primero. Luego he estado charlando con Howard, el marido de Margo sobre su viaje por España hace un par de años y con una buena música de fondo.

Margo nos ha bajado a Chelsea, pues tenemos intención de ver las galerías de arte que hay en este barrio, y nos ha dejado justo en la calle donde hay más galerías, y desde el principio, hemos ido recorriendo una por una, flipando con las ideas que van plasmando, como unas calabazas gigantes de más de dos metros de altura, lacadas y brillantes que ocupan entre las tres toda una habitación abierta a la calle, esculturas estilizadas en forma de margaritas rústicas de tamaño monumental, con contrapesos de madera y tallos de metal, pinturas, esculturas metálicas de yenes contra dólares, y sobre todo, un cuarto en forma de cubo, totalmente recubierto de espejos, al que se entraba tras hacer una pequeña cola, y que una vez dentro los tres, nos cerraron la puerta y una luces muy tenues, que colgaban del techo a diferentes alturas, se reflejaban hasta el infinito una y otra vez, subiendo y bajando la potencia de luz y dando una sensación tremendamente placentera. Todo ello, acompañado de una música que hacía todavía más agradable esa inesperada visión.

Al final de todas las galerías que hemos visto, unas quince o veinte, hemos llegado a Chelsea Market, que es impresionante, todo lleno de tiendas de comida, exposiciones de fotos, conciertos callejeros de seis o siete músicos, y gente paseando o comiendo por todas partes. Finalmente, nos hemos decidido por un restaurante muy singular, que a la vez era una tienda de ropa y de muebles tipo Becara muy caros.

Nuestra intención hoy era visitar también el MOMA, aprovechando las entradas que nos han proporcionado los Lorber, así que hemos tomado un metro y nos hemos dirigido al museo. El MOMA es brutal. Nos hemos centrado en pintores como Cezanne, Monet, Picasso, Kandisnky, Brake, de los que tienen una gran colección y también en las salas dedicadas a la arquitectura y el diseño. Para descansar, nos hemos salido al jardín que hay hasta que cerraran y hemos visto la cabra de Picasso, que andaba por allí suelta, pero como petrificada, hemos visto como se preparaban durante todo el tiempo que hemos estado allí descansando los camareros del restaurante anexo, imagino que para saber correctamente la composición de los innumerables platos del menú, las últimas añadas de vinos o la última moda en la colocación de una servilleta.

A la salida, hemos pasado por la iglesia de Santo Tomás, buscando San Patricio, que es la famosa, pero nos hemos encontrado con una boda y allí que nos hemos puesto a fisgonear. No hay viaje que hagamos que no nos encontremos con una o más bodas y tenemos por costumbre fotografiarnos con la feliz esposa, aunque en esta ocasión, era tal el bombo y el platillo de esta, Lamborghini colorao en la puerta para la fuga de los recién casados imagino y pareja de limusinas, que no nos hemos atrevido. Las damas de honor vestidas todas iguales, los organizadores tipo “el Padre de la novia”, subiendo y bajando escaleras con las consignas y los encargos, llevando el bolso olvidado por una dama o ayudando a bajar a alguna vetusta dama emperifollada hasta las cejas. En la ceremonia, a la que hemos asistido durante un buen rato, han cantado el Ave María famoso ese de un tal Schubert o cosa así, ese que te pone los pelos de punta y la carne de gallina.

Hemos tirado hacia la otra iglesia que se vislumbraba un poco más lejos, en la misma acera, San Patricio por fin, pero nos hemos encontrado con otra boda, ésta un poco más chabacana. Cuando se cerraba el semáforo de la 5ª avenida, corría como una posesa con su marío y sus damas de horror para ponerse delante de los coches y afotarse mucho mucho. Así hasta tres veces, que me han salido todas las fotos movidas con tanto correr.

Por fin hemos llegado a San Patricio bendito y había montada una buena, pues se celebraba el domingo de Pentecostés, el sábado, y allí había cientos de sudamericanos todos igual vestidos, con cirios, pancartas, colas en los servicios a las afueras del templo, que imagino obligatorio al haber una concentración tan grande de personas.

Por si no habíamos tenido bastante, había llegado el día de hacer las compras y Maite y Belén se han metido en H&M, y se han comprado ropa, medias, chándales. Yo creo que ya va vestida para el verano con ropa de la 5ª.AVE.

Paseando, agotadillos por dentro y por fuera, nótese que nos hemos visto un museo, dos bodas y un sesión de tiendas, nos hemos acercado al edificio de Apple, al principio de Central Park, y tras descansar un ratillo a los pies del edificio, contemplando los rascacielos que por allí pululan, nos hemos metido en la vorágine applelistica que hay en su planta baja, toda llena de gente conectada a ipods, ordenadores, y cualquier máquina de la saga que os podáis imaginar. Encontrar un ordenador vacío para enviar un e-mail a Mamen por su cumpleaños ha sido toda una odisea, mientras que Maite meditaba rodeada de tecnología, como desentrañar la guía para el día siguiente. Misterios de la ciencia, cuando he preguntado a Mamen si había recibido el e-mail, me ha dicho que no. No te fastidia...

Sin desanimarnos, nos hemos ido andando, no he engordado ni un solo kilo pese a haber comido de todo, como digo, nos hemos ido andando a la 42 con la 9ª Ave. para cenar en un Tai que los Lorber nos habían recomendado. El ambiente era genial, muchísimos restaurantes tailandeses, limusinas para arriba y para abajo, que parecía que no iban a poder doblar la calle, taxis amarillos por doquier, gente de todos los colores y para colmo, hemos comido en una terracita muy bien y muy a gusto viendo todo este circo pasar delante de nuestros ojos. Belén, que ya es una experta en este tipo de comida, tras su estancia en Tailandia durante tres semanas el año pasado y los innumerables restaurantes tailandeses que hay en Cambridge, nos ha pedido una comida estupenda y ha aprovechado, instigada por mi, para decirle las pocas frases que recuerda de su estancia con la familia en Tailandia, que consistía en decir que su nombre era Belén, que había nacido en España y que todo estaba muy rico, frases que dichas con el acento español que le caracteriza, ha enardecido a la pequeña tailandesa haciendo que riera y sonriera emitiendo frases de respuesta, que por supuesto han sido contestadas por sonrisas y risas por parte de Belén. Bueno, y algún que otro sonido ininteligible para los legos en la materia, pero que aceptábamos como una correcta contestación.

Cuando faltaban pocos minutos para las 23 horas, hemos decidido volver corriendo a Grand Central Terminal para volver a casa y hemos tomado un taxi pues se nos hacía tarde para el penúltimo tren. El taxi no podía ir a penas a paso de peatón, y nosotros un tanto desesperados comentándole nuestra posible pérdida del tren. El nos ha comentado que Obama y sra. estaban por Brookling viendo una obra de teatro y cenando, en una escapadita sin los niños, que seguro que los han dejado a buen recaudo. Ellos habían tomado un helicóptero desde Washington y se habían acercado por allí.

Nosotros a paso de tortuga con callos y total, que hemos perdido el tren. El próximo en una hora. Salimos a tomar un poco el fresco y hacer tiempo para tomar el último tren y al salir nos encontramos con la calle cortada, policías cada 10 metros, a cada rato un coche con luces y sirenas pasando a todo pastilla por una avenida sin tráfico y gente apoyada en las vallas que delimitan toda la avenida. Preguntamos a una policía y nos dice que Obama va a pasar de un momento a otro, como sin querer decirlo, y nosotros venga a ver pasar coches negros, motoristas de tres en tres, de cuatro en cuatro, otro coche, este tipo ranchera, y así un buen rato, hasta que la comitiva se va haciendo cada vez más compacta, los coches más brillantes, los motoristas más guapos si cabe, y el coche de engaño, más el falso más el escolta delantero, el bueno que es más mastodóntico que los otros y vuelta a la retahíla de coches, motos, pitos y flautas.

Finalmente nos hemos ido al tren y allí me puse a escribir esta crónica en una libreta que llevo al efecto y que ahora me está sirviendo de recordatorio. Nos quedaba las cuestas, pensamos si habrá un taxi en la estación que nos lleve en un periquete, pero nanai, a pelo nos las subimos, que total, qué más da un kilómetro más o menos en el día de hoy.

Chau cucurrucucu curuchos