SEGUNDA CRÓNICA DESDE BOSTON. 22 DE MAYO DE 2009



Hola a todos de nuevo. Hoy es nuestro tercer día, sábado y os escribo desde el cuarto que ha ocupado Belén durante todo este año.

La iglesia con su torre picuda y ventanas ojivales y también muy picudas la hacen inconfundibles en el cielo de Cambridge, por lo que en la distancia puedes ubicar lo cerca o lejos que estamos de su residencia.

Ayer fue un día muy curioso pues los alumnos de primer año tenían que ir dejando sus residencias y trasladando a la que van a ocupar durante los próximos tres años de permanencia en la universidad, todos sus enseres. Durante todo el día montones de chavales iban y venían cargados con cajas, o empujando un carro que alquilaban por 30 dólares que luego te devolvían cajas y muebles por toda la ciudad. Otros llevaban los libros que ponían a la venta y por los que poder recuperar algunos dólares. Los nuevos se pagan mas que los que ya fueron comprados de segunda o tercera mano. Las colas para vender esos libros era tremenda en la facultad de ciencias, en la que todavía había aulas ocupadas por gente examinándose y profesores vigilando.

El día empezó muy temprano, pues a las seis y media de la mañana ya estábamos en planta y tras vestirnos con sigilo para no hacer demasiado ruido y despertar a nuestro anfitrión, pusimos rumbo a la residencia de Belén, que esta a unos treinta minutos andando de la casa donde nos alojamos. Durante el camino nos paramos a tomar un café y algo de comer aunque sabíamos que nos esperaba Belén para desayunar opíparamente. Allí, en la cafetería nos empezamos a liar pues Maite pidió un té con limón, y ellos que si frío o caliente, que qué tipo de té, que si mi pan lo quería con mantequilla o queso, al final la mujer que iba delante nuestra nos echó una mano pues hablaba muy bien el castellano y todo fue aclarándose. Nos dijo que su madre era catalana, de San Feliu de no se que y que su padre era inglés, que había estudiado en Harvard y que había hecho psicología e historia y que se había casado con un americano. Le contamos que estábamos aquí para visitar a Belén que también estaba en Harvard y patachin patachan, total que nos dijo que si Belén quería trabajar al año próximo cuidando a sus hijos pequeños y enseñándoles español estaría encantada, así que le dimos el e-mail y ya tiene trabajo para el año que viene. Estos americanos son la monda.

Llegamos a la residencia de Belén y Maite gritó su nombre y Belén apareció por la ventana de su cuarto.

El desayuno fue alucinante, nos llevó a Lowell, una de esas casas de estudiantes de segundo tercero y cuanto años y nos sentamos en la terraza. Ella nos trajo trozos de quiche, yogur con muesly, frutas troceadas, bagles con mantequilla de cacahuete con mermelada de fresa, waffles y sirope con un anagrama de Harvard y un pomelo. Y café y que se yo la de cosas. Nos lo comimos todo, como si jamás nos fueran a dar ya mas comida en este mundo.

Luego seguimos recorriendo muchas residencias, entrando en muchos edificios oficiales, visitando bibliotecas, cafeterías, sótanos en los que habían salas de pesas, pistas de squash, casilleros de correos, almacenes, tuberías de todo tipo y color, y gente deambulando por los pasillos como si de una planta de habitaciones se tratara.

De vez en cuando un vigilante nos preguntaba si Belén era de esa residencia, a lo que se contestaba que si y seguíamos nuestra inspección. La gente se sacaba el desayuno al césped y la toalla para tomar el sol, que por cierto, calentó como si de un 15 de agosto se tratara.

Comimos en el gran comedor estilo Harry Pother que usan los alumnos de primer año, repleto de gente estudiando para su último examen, gente despidiéndose, comidas extrañas, olores diferentes, bebidas de todos los colores y blancos, negros, amarillos y no se si azules de piel entrando y saliendo de ese inmenso comedor.

Por la tarde, antes de que cerraran a las cinco de la tarde visitamos el museo de Arte de Harvard y allí nos encontramos con Picasos, Monets, Renoirs, Gauguin, y montones de cuadros famosos que en alguna ocasión hemos visto en alguna revista. En otras plantas había objetos de Asia y en otras obras modernas. Nos agrado mucho y sobre todo agradecimos el aire acondicionado. También visitamos otra exposición muy rara con objetos como entelados.

A cada cien pasos Belén se tenía que parar a saludar a gente conocida, una pasada de amigos de todas las razas y condiciones. Visitamos el centro del campus, con la famosa estatua de Harvard a la que todo el mundo le toca la punta de su bota pero que Belén nos indicó que ni se nos ocurriera pues los estudiantes tienen tres cosas que hacer antes de irse que son mear en la estatua y a poder ser en el zapato que todo el mundo toca, correr desnudos alrededor del campus y hacer el amor en la biblioteca.

Bueno, tenemos que irnos a alquilar un coche, termino. Cenamos con las compañeras de Belén en un Tailandés comida muy rica y al terminar tomaron un helado y nos fuimos andando hasta nuestra casa viendo el ambiente en la calle a las once y media de la noche. Estábamos reventados de caminar y de ayudar a bajar las cajas del traslado, seguro que íbamos a dormir como troncos.