TERCERA CRÓNICA DESDE BOSTON: SÁBADO 23 DE MAYO



Por la mañana nos levantamos en casa de Stephen Pearson y nos regalo uno de sus CDs de guitarra maravillosos. Nos ofreció volver a su casa a la vuelta de Nueva York. Fuimos a buscar a Belen con nuestro te en la mano como buenos americanos, que siempre caminan y beben a la vez. Hicimos un brunch en Lowell acompañados de Gabi de Puerto Rico y de Jonatan de Guatemala. Conocimos al famoso Chris de Boston, el chico que salía en el suplemento magazine acerca de Harvard. Nos hablaba en catalán pues había hecho prácticas durante un semestre en un hospital de Barcelona y estaba muy interesado en nuestro sistema sanitario. Fuimos a alquilar un coche y volvimos a la residencia, donde todo estaba ya recogido, vacío, triste para Belen. Saludamos a cuatrocientos en nuestro camino a devolver las llaves de la casa de Belen que ya no necesitaba pues el año próximo se muda a una de las 12 casas de estudiantes de segundo, tercero y cuarto.
Con el coche fuimos a comprar unos regalos de Belén para una amiga, y compramos también un GPS para no perdernos por las ciudades y carreteras de USA.
Llevamos maletas de Belén a casa de un amigo para luego recogerlas cuando nos volvamos a casa. Cargamos las que Belén se llevaría de viaje, y finalmente fuimos a casa de Stephen a recoger las nuestras. Con todo cargado en el coche pusimos rumbo a casa de los Sharry, siguiendo las indicaciones del GPS a pies juntillas.
El coche, un Chevrolet ranchera de color negro, con las marchas automáticas, nos metía por lugares fabulosos, con casas de ensueño, jardines imposibles de ver en nuestra España, a no ser en alguna casa de esas a las que no tenemos acceso la mayoría de los mortales. Lagos con ánades nadando o picoteando el césped, barcos de vela surcando suavemente las aguas y rompiendo el reflejo de los árboles, árboles por todas partes. De vez en cuando pasábamos por agrupaciones de casas que indicaban que estábamos atravesando algún pueblo, pero la diseminación de casas es tremenda, por todas partes. Finalmente, en una espesura y ordenamiento mayor aun si cabe, dejamos la carretera principal para adentrarnos en una urbanización de mansiones sin vallas que delimitaran la propiedad a no ser el césped que lamía la carretera. Y despacio, 25 millas por hora, fuimos buscando la dirección de nuestros anfitriones. Nos pasamos de largo y tuvimos que volver, pues el GPS nos informó que habíamos llegado a nuestro destino en un lugar que no identificábamos como la entrada de una casa, así que mas despacio todavía fuimos buscando el número en esos buzones que siempre hemos visto en las películas americanas, pero mas grandes, muy bien cuidados y con letras doradas indicando el nombre y la dirección.
Era una entrada para coches, en la que ya había un par de ellos y otro hacia maniobras para aparcar al costado y fuera del parking con objeto de hacernos sitio.
El que hacía maniobras resultó ser Michael, el hijo menor de los Sharry, de 17 años.
Entramos detrás de Michael y al pasar la puerta nos encontramos en un gran salón y a la izquierda una gran cocina, con una barra separando el salón de la cocina, con una isla central en la que luego fuimos descubriendo que habían congeladores, tostadora integrada, diferentes recipientes para tirar desperdicios orgánicos, cajones diversos. Una chimenea con un armario en la parte superior, original de la casa, que había sido de un capitán del ejército americano que vivió allí por el año 1830. La casa formaba parte de un conjunto de tres casas con sus respectivas dependencias para los animales y que los Sharry habían ordenado, ampliado, remodelado, convirtiéndolos en piscina, jardines, pérgolas y todo ello con un gusto y calidad fuera de lo común. Los muebles de la cocina, unos, autenticas antigüedades, otros imitaciones de muebles de época, como un par de hamacas que se utilizaban como pupitre con cajones para guardar los lápices y demás instrumentos de escritura y debajo del asiento uno un poco mayor para guardar escritos y papeles.
Eso fue lo que vimos al llegar, Jack y Jean, los padres de Michael nos estaban esperando. Siguiendo las indicaciones de Belén, que de americanos y costumbres sabe un montón, solamente les dimos la mano, pero ellos, sorprendiendo a Belén con toda seguridad nos dieron besos, dos por cada encuentro como marcan los cánones españoles, pues una vez puestos en esto de los besos, mejor enseñarles nuestras costumbres.
Nos preguntaron qué tipo de bebida deseábamos y yo dije que vino tinto y Maite que vino blanco. La segunda pregunta fue si español o americano y me decanté por el vino americano, que resultó ser un Cabernet Sauvignon californiano exquisito, y Maite también disfruto con su vino blanco americano de una gran calidad.
Sacaron quesos y galletas saladas de varios tipos, había anacardos, uvas, frutas de las que íbamos picoteando y mientras tanto Jean cocinaba unas pechugas de pollo, unas patatas con diferentes hierbas, ensaladas y espárragos. A la cena vinieron dos de sus cuatro hijos, Will y el ya mencionado Michael. Jack nos fue sentando. Mr. and Mrs. Sharry presidiendo, Maite a su izquierda, seguida de Belén y por mi, que estaba a la derecha de Jean y los dos hijos frente a nosotros. La comida discurrió con una conversación muy agradable, en la que se tocaron temas de costumbres, de fiestas, de lenguas y finalmente se fue deteriorando hasta llegar a nombrar, en mi interés por participar, a mi tía incorrupta, a lo que ellos no dieron demasiada importancia religiosa y más bien lo achacaron a las condiciones del terreno. ¡Qué incredulous!
Los jóvenes se fueron y nosotros nos quedamos en el salón entregándoles los regalos que habíamos llevado. Entre ellos, el turrón, que cuando quisieron partir el duro, el padre trato de cortarlo con un cuchillo de sierra a lo que Maite salto sobre él para indicarle que así no se hacía, que había que golpear el cuchillo con un mazo o algo similar. La madre le procuró otro cuchillo más grande, de esos que tienen una hoja ancha y pesada con el que se puso a dar mandoblazos como una posesa contra el otro cuchillo que tenia sobre la irresistible tableta. Fue un espectáculo que no dejó indiferentes a los Sharry, y que culminó con una frase de Jack que Belén nos tradujo en la que venía a decir que nunca se enfrentaría con Maite.Bueno gente, que ya esta bien de detalles que no van a ningún lado. Mañana os contaré cómo es el jardín, Boston que todavía no lo hemos visto pues Cambridge y la recogida de las cosas de Belén nos ha llevado mucho tiempo aunque lo hemos disfrutado un montón, seguro que más que si nos hubiésemos ido a la gran ciudad