NOVENA CRÓNICA DESDE NEW YORK. 29 DE MAYO 2009





Hola de nuevo a todos lectoras y lectores de mis crónicas bostoneoyorkinas.

Si, se que os he tenido abandonados, que os he dejado con la miel en los labios, que algunos no habéis pegado ojo pensando que ya no iban a llegar más crónicas. Nada de eso, me propongo contaros a toro pasado, todo lo acontecido en este fantástico viaje a las américas, no vaya a ser que me cruce con alguno de vosotros en mitad de un camino y me obligue a pararme y a contarle la experiencia.

Acabábamos de dormir en casa de los Lorber, aquella señora que se fue a la cama apenas nos enseñó su casa y nos explicó cuatro cosas. Nos dejó por la mañana un pase para ir al Metropólitan, uno de los mejores museos de NY, pues ella y su marido son socios y nos salieron gratis las entradas. También nos dejaron dos pases para el MOMA, que visitaríamos al día siguiente y eso nos supuso un buen ahorro, pues al tercero le hacían un descuento importante, saliéndonos al final la entrada al MOMA por $5.

El día era lluvioso, o amenazaba agua, estupendo para visitar el museo, así que nos fuimos andando a la estación de tren, como unos 15 ó 20 minutos. Nos pusimos a investigar como sacar los billetes del tren a NY, y finalmente preguntamos a un señor que nos indicó que compráramos un determinado billete de esos que te recomiendan todas las guías que te compres para moverte en el metro y en el autobús de Mannhattan, por lo que vimos una ocasión estupenda para empezar ya a gastar dinero para la compañía de metro neoyorkina. Nos montamos en el tren y al pasar el revisor nos indicó muy amablemente que ese billete no valía para ese tren, y que eran $12 “per cápita”, lo que nos dejó un poco en fuera de juego, con nuestro billete de metro tendido y diciendo con cara de tonto que un señor nos había dicho...

Qué cara no pondríamos, que una señora, aquí tendré que decir muy amable y simpática, nos ofreció vendernos tres de sus billetes de la tarjeta suya, que salía por $5,5, lo que aceptamos encantados. El revisor aceptó la transacción y yo hice una foto de la señora para recordarla por el gesto, y por el trato que nos había dispensado, el gesto era muy serio.

El tren tenía su fin en Grand Central Terminal. Esta es la estación que sale en todas las pelis, con los coches de los niños rodando escaleras abajo rememorando “El Acorazado Potemkim”. La estación es grandiosa, con un techo coronado por las constelaciones del Zodiaco, unas lámparas al estilo del metro de Moscú, que me han dicho que son fastuosas, su reloj central, y montones de viajeros yendo y viniendo por sus salones, haciendo cola en las taquillas, o tomando cualquier tentempié, en las numerosas tiendas de comida que abarrotan la planta baja de la estación.

Salimos de la estación paseando sin un rumbo determinado, pues los escaparates y las calles te van incitando a caminar. Cuando nos dimos cuenta de la trampa reaccionamos y para no perder mucho tiempo, nos metimos en el primer taxi para que nos llevara al Metropolitan. Los taxis en NY, tienen una TV con noticias, en la que puedes consultar el tiempo, planos, y te dice en todo momento donde te encuentras, muy útil.
En el Metropólitan nos encontramos con una exposición de African and Oceanic Art y la famosa exposición de Francis Bacon. Nos ha encantado, y hemos estado desde las 11,30 hasta las 15,30 horas. Estamos reventados y para reponernos nos hemos dirigido a una tienda recomendada en la fantástica guía de Maite que se llama “Le Pain Quotidien”. La tienda es muy agradable, la vista de los diferentes tipos de pan invitan a entrar y cuando profundizas un poco la mirada en el mostrador vas descubriendo los muffins, los pasteles, y una carta de ensaladas, quesos y brebajes de todo tipo y es finalmente por las ensaladas y los quesos por lo que nos decidimos con unas cestas de pan de varios tipos, no se si para acompañar al queso o el queso al pan, pues no sabe uno qué es más rico. El sitio genial, recomendable. Mesa enorme, y en la mesa buen aceite de oliva y vinagre de Módena para aliñar las ensaladas.

Repuestas las fuerzas, descansados los pies y con otro ánimo, tuvimos la gran suerte de ver un anuncio de una exposición de pintura del grupo El Puente, que en alemán se escribe Brücke y la exposición se llama "Brücke: The Birth of expressionism in Dresden and Berlin, 1905-1913" del que había visto en una ocasión un reportaje publicado por ABC y que me gustó tanto que con todas las fotos que aparecían en el reportaje confeccioné un cuadro, el más raro de todos los que he hecho y que andaba colgado en la cocina hasta que finalmente un par de cuadros de la catedral de Cádiz han ocupado su lugar, para relax de más de un comensal. Cómo será el cuadro, que mi cuñado Pepe lo titula y por supuesto así se llama el cuadro desde entonces, "Mujer recién levantada buscando desesperadamente un orinal". La exposición nos ha encantado a todos, y además hemos contemplado uno de las más famosos cuadros de Gustav Klimt Adele Bloch-Bauer I 1907, oil, silver and gold on canvas. Neue Galerie New York http://www.neuegalerie.org/main.html?langkey=english

De ahí nos adentramos en Central Park, que está cruzando la quinta avenida, que a la altura del Neue es una calle normal y corriente. A esa altura dimos con el gran lago central de Central Park, y lo circunvalamos, sin quererlo, pues nuestra intención era atravesar el parque, pero como íbamos pegados al lago, cuando decidimos salir, cual no sería nuestra sorpresa que volvimos a la 5ª avenida nuevamente, pero un poco más arriba o abajo, según se mire. Por el camino nos encontramos a cientos, si, no miles, pero si cientos de corredores que de vez en cuando reconocías de haberlos visto ya en alguna de sus vueltas al lago, pues nuestro paso no era el suyo y nos doblaban, además, ahora que me doy cuenta, todos corrían en sentido contrario a nuestra marcha, pues esa sería la dirección acordada desde tiempos remotos para recorrer el lago.

Ya estábamos nuevamente muy cansados, así que decidimos tomar un autobús, el número 1 que nos dejaba al final de la línea en el barrio de San Marcos, un lugar muy marchoso, con montones de restaurantes orientales, galerías de arte, y según supimos luego por los Lorber sitio de porros y piercins donde los haya. Allí compramos un poco de fruta que nos apetecía para completar la despensa del desayuno y viendo que se nos hacía tarde para llegar a casa sobre las 22 horas nos fuimos hacia Grand Central para tomar el tren a Husting on the Hudson. Cuando llegamos tuvimos que subir un montón de cuestas empinadas hasta llegar a nuestra casa. Nos pusimos Belén y yo a escribir las crónicas pasadas y al rato llegó Margo, que enseguida se fue a dormir tras cambiar algunas impresiones sobre nuestro día. Esa noche escribí la cuarta crónica. Qué desfase. Y me fui a dormir.

Good night cucurichous que dirían los americanos.