SÉPTIMA CRÓNICA DESDE BOSTON. 27 DE MAYO DE 2009





Por la mañana Maite y Belén se fueron al yoga, yo me quedé en la cama. A eso de las nueve y media, llegaron y me levanté, pero nos quedamos descansando toda la mañana en la casa, solos a excepción del perro y el gato. Belén se puso a ver una peli de video, Ana de las tejas verdes, que son cuatro tomos y que le traían muchos recuerdos de su infancia. Maite echo unas cabezaditas.

Yo me puse a ver como venían a comer en varios comederos que habían instalado fuera de la casa y en las ventanas que daban a la cocina y el comedor, montones de pájaros de todos los pelajes y colores. Nunca en mi vida había visto tal cantidad. Había un libro de los Pájaros de Massachussets y según iban viniendo yo los iba buscando en el libro, que estaba ordenado por los colores, así todos los negros juntos, todos los azules, todos los colorados. Los dueños tenían marcado con las esquinas dobladas los que habían visto y yo conseguí identificar unos seis o siete diferentes, de los más de quince distintos que llegue a ver.

La mañana era lluviosa y algunos tenían sus alas salpicadas de minúsculas gotitas pues la lluvia era muy fina. Cuando reemprendían el vuelo saltaban y desaparecían. Los había rojos, el Cardenal; negros con el cuello irisado, de la familia de los córvidos, de dos tamaños diferentes; blancos y negros como cebritas voladoras; negros con puntos rojos en las alas; azules de cola larga; gorriones o al menos pardos como ellos; con picos amarillos o negros, cortos y regordetes o afilados y curvados; los que se llevaban una carga de granos o los que pelaban las semillas despreciando la cáscara. La mayoría no tenia ningún cuidado y tiraban al suelo más que comían, tal era la cantidad que había en los comederos que no les debía importar el derroche.

Además, una ardilla mediana y otra muy pequeñita, como del tamaño de un ratón de ordenador, con su cola que aun no era demasiado peluda, se encargaban de ir comiéndose todo lo que los pájaros tiraban al suelo. Todo un espectáculo que podía durar toda la mañana.

Antes de que viniera el marido de Anne, que ya no recuerdo su nombre, nos fuimos a tomar una pizza para comer. Vimos el segundo gol del Barsa al Manchester. Lo celebramos como si fuésemos los mayores forofos del mundo, y los empleados de la pizzería nos miraban y nos sonreían.

Habíamos quedado en ver la casa de retiro. Salones, habitaciones grandes pero sin ningún tipo de lujo, con mobiliario antiguo, biblioteca escasa, cocinas y techos muy altos. La casa necesita grandes reparaciones en el sistema de impermeabilización, pues con la lluvia que caía, que no era mucha pero si constante, se veían algunas manchas de agua en las paredes al lado de los canalones de desagüe. Nos dijo el hombre, que es el director de la casa de retiro, que es mucho el dinero que se necesita para mantener aquello y yo os digo que no lo sacan con las visitas que reciben, así que pronto les va a pasar como a la General Motors, quiebra asegurada. El bosque que rodea los 32 acres de terreno, que no se cuanto espacio es eso, pero el que tenga curiosidad que lo busque por google y salga de dudas, bueno pues ese terreno está bordeando el lago y tiene algunos senderos. Una fuente con cascadas, un árbol recientemente abatido por un rayo y desgajado desde la base, unas barandillas oxidadas y miradores descuidados y llenos de hierba por todas partes. En un claro, un montón de bancos con una cruz que resultaba un tanto curioso, pero que debía ser algo para meditar en grupo y en medio de la naturaleza mirando al lago.

Tomamos el coche y decidimos irnos a Lowel, ciudad industrial que nos habían dicho que se podía ver y que era lo más aconsejable de los alrededores. El hombre se pensó que ya nos íbamos a su casa, pues a las siete se había quedado para comer, y Anne nos tendría preparada una sorpresa. Nosotros tomamos la carretera y en media hora nos plantamos en la ciudad industrial que había sido la primera en USA en organizar fábricas que con la fuerza del río pudiera mover la maquinaria y desarrollar toda la industria textil. Esas empresas vistieron a todos los esclavos de esa época con ropa barata y después se dedicó a hacer los uniformes para el ejército, con lo que se convirtió en la primera ciudad mas industrializada de todos los estados.

Decidimos comprar unos pasteles para la cena, y preguntando nos dirigieron a una pastelería que decían de origen portugués, así que dejé a las chicas comprando y yo me fui a dar una vuelta a la manzana para recogerlas. Esa era mi intención, pero el río que tanto progreso había dado a la ciudad se cruzo en mi camino y me impidió dar la vuelta a la manzana, así que tuve que cruzarlo y mas adelante volver e intentar acercarme a la pastelería, que hacia esquina y que tenia unos grandes ventanales. Una vuelta, cruce del río de nuevo, calle grande hacia adelante, no encuentro la pastelería, tuerzo, giro, trato de hacer el mismo recorrido que minutos antes habíamos hecho con el coche, nada, que no salgo bien, me he debido de pasar, otra vuelta, y otra, me voy a meter por una calle antes, tampoco, trato de preguntar a un par de jóvenes, no consigo hacerme entender en mi mal inglés, ellos ponen poco de su parte, yo que si store of cakes in a corner wiht windows bigs and portuguese, que como? y vuelta a empezar, ellos tirando escupitajos por el colmillo, yo sudando la gota gorda, total que desisto y me voy, y en esto que un coche de la policía se para detrás mía y se bajan mientras yo me estoy yendo y creo que los interroga por sospechar vete tu a saber qué; mas vueltas, ahora me arrepiento de no haberme bajado y haber preguntado a la policía, si los vuelvo a ver tratare de preguntarle, el tiempo va pasando, ya se, estoy convencido que Maite y Belén están en la calle esperándome, y yo sin saber buscar una alternativa a mi recorrido, estoy seguro que ando por la zona y no me explico como en todas estas vueltas no he dado con la calle y la esquina. Ya ha pasado mas de veinte minutos de dar vueltas, me estoy poniendo un poco nervioso, que si juramentos en arameo, que si será posible lo que me esta pasando, y ¡cómo me voy a comunicar con ellas!, no tenemos mas que un móvil y lo lleva Belén, ella no me puede llamar a ningún sitio, yo no me se el móvil no lo tengo disponible pues mi móvil no vale en USA y no lo llevo conmigo, la dirección de los Broyles no se la saben aunque yo si la tengo en mi bolsa, pero no me voy a ir y dejarlas aquí, no tengo otra solución que encontrarlas, y el tiempo va pasando, Decido tras varias vueltas mas parar el coche y hacer todo esto a pie, para ver si me oriento mejor y me puedo meter por otras calles. Me bajo y dejo el coche en la calle principal, mirando como un desesperado el lugar exacto donde dejo el coche, no vaya a ser que también pierda el coche. Pregunto a un joven que anda muy deprisa, pero cuando consigo decirle toda esa retahíla del store of cakes in a corner with windows bigs and portuguese, se va corriendo como había venido y se mete en una tienda y al rato vuelve corriendo otra vez y me dice que para adelante, y se va. No me suena nada que sea hacia donde me dirige, yo ya haciendo de experto conocedor de la zona, así que al siguiente que pasa le pregunto, resulta ser un latinoamericano que habla español, bufo de placer y casi no acierto a decir en castellano todo lo que antes tenía que decir en inglés, tal era mi excitación y mi cara de asombro. El muchacho muy amable, me indica que él conoce una pastelería brasileña, yo que portuguesa, él que para el lado contrario que me ha dicho el otro, yo que no es un dunking donnuts que también hace esquina en esa calle, el que no, que es otro, eso me va confortando, seguimos caminando hacia el dunking donnuts, se para y me dice que se llama Marcos, que es de Costa Rica, que no hay trabajo en el restaurante donde trabaja a causa de la crisis y que le han enviado para casa, yo en mi torpeza le digo que qué bien, que no tiene que trabajar, pero claro, sin saber que si no trabaja seguro que no le pagan, y en esto que veo a Maite en la lejanía, desesperá y Belén que se le acerca, que alivio.

Han debido de pasar más de 45 minutos desde que las dejé. Nos subimos al coche y nos vamos de la ciudad como alma que lleva el diablo, a toda prisa y sin mirar hacia atrás, La ciudad maldita se llama Lowell.

Llamamos por teléfono para comunicar nuestro retraso y cuarenta o cincuenta minutos mas tarde de las siete de la tarde que era la hora acordada para llegar aparecimos por casa de Anne, a la que se le habían quemado los piñones de la ensalada templada. Yo con intención de quitarle hierro a la situación le digo que no importa, que esta bien así, pero ella me contesta que a ella si le importa. Poco a poco me fui comiendo los piñones quemados sin que ella me viera, seguro que jamás podrá saber como desaparecieron aquellos tiznones negros en el plato.

La comida era un Ratatoui, una especie de pisto caliente, pues ya os he dicho que son vegetarianos y de postre una tarta de algún tipo de berry rojo. Los pastelillos también cayeron y al poco rato, sin mucha comunicación ni conversación entre nosotros, nos fuimos a dormir, pues ellos tenían que levantarse temprano. Yo llevaba unas horas sin acordarme de mis ganas de hacer pipi, estaba casi curado, seguro que había hecho mas efecto el susto que el antibiótico. Ya no me salía ni el pipi del cuerpo.

Buenas noches cucuruchos.