OCTAVA CRÓNICA DESDE BOSTON Y NEW YORK. 28 DE MAYO DE 2009





Estoy reventado, no hacemos mas que patear NY. Pero las crónicas de NY tendrán que esperar para que sepáis de nosotros en la capital del imperio, o del mundo o como lo queráis llamar. Hoy incluso hemos tenido incidente con la policía, jeje, intriga, suspense, pero no contaré nada hasta que no llegue el día apropiado, todo a su debido tiempo.

Habíamos cenado en casa de Anne Broyles, esa mañana nos levantamos muy temprano pues teníamos que conducir hasta Cambridge que estaba a mas de una hora de coche y de autopista, pero con un limite de 60 millas por hora, que es poquito, imagino que no llega a los 110 Km. por hora, y sin saber muy bien si el GPS nos guiaría correctamente, ya sabéis que los paletos de provincias esas cosas de la ciencia no nos llegan a convencer del todo y dudamos de ellas.

Por el camino pensamos en deshacernos de la ropa usada y seleccionar aquello que realmente fuéramos a ponernos, por no ir cargados con peso de más. Los tres conseguimos deshacernos del peso aproximado de una maleta que dejamos en casa de Beniat, el chico vasco que también ha entrado en Harvard este año con Belén. El se ha quedado a trabajar para sacar un dinerillo y es el segundo de un encargado de vete a saber que y además cuida niños de una reunión que se ha organizado por allí, o hace cualquier cosa que le pueda dar algo de dinero. Se ha alquilado una casa entre varios que a su vez unos estudiantes tienen alquilada durante el curso y se la dejan a muy buen precio. Menudo como van hilando de fino ya algunos.

Nos fuimos a desayunar con un resto de dinero que le quedaba a Belén del dinero que le da Harvard para comida antes de que llegase el 31 de mayo que era la fecha tope para poderlo gastar.

Luego, nos dirigimos a dejar el coche y nos encontramos con las maletas en medio de la calle y un tanto sorprendidos porque el viaje cambiaba completamente, ahora teníamos que acarrear las maletas allí donde nos fuéramos. Esos primeros momentos no importaban, teníamos fuerza suficiente para mover el doble de peso, tal era la ilusión con la que nos llevaban nuestros pies camino de la Gran Manzana.

Estación de bus, habíamos comprado por Internet hacia un rato los billetes, quince dólares por cabeza Boston New York, que está muy bien comparado con los cerca de 100 dólares que cuesta el tren. Un rato esperando y finalmente embarcamos en el bus con servicio, que en mis condiciones, recordad que estoy malito, me consuela y me tranquiliza.

El paisaje desde Boston a New York es una alfombra verde en la que a duras penas puedes encontrarte con un casa aquí, otra allá, pero hasta donde llega la vista todo es arbolado. El día esta lluvioso y la sensación de estar protegido por el autobús en un ambiente desapacible, hace que el viaje sea más placentero. Se tardan cuatro horas y finalmente el autobús se va adentrando en la ciudad de New York hasta dejarte en la estación. La compañía el la de siempre en las películas, Peter Pan, la del galgo corriendo, eso también me agrada pues es hacer realidad y tangible tantas y tantas películas que has visto en el cine y en la tele en el que la gente viaja en estos autobuses.

Durante el viaje hemos hablado con Margo, la mujer que va a alojarnos. Nos dice que hasta las ocho no sale de trabajar, y que hasta esa hora no vayamos a su casa, pues sus marido esta trabajando también. Nos sienta un poco mal, pues eso nos deja colgado con las maletas. Hemos tomado el autobús sobre las once de la mañana y estamos llegando sobre las tres de la tarde, tal vez un poco mas tarde. Así que decidimos dejar las maletas en consigna si es que hay consigna en la estación. Buscamos, preguntamos y damos con una consigna. Dejamos las tres maletas y nos vamos con nuestras bolsas de mano a ver algo de la ciudad.

Al salir de la estación me encuentro con mi edificio preferido, el Crisler o como se escriba, con su cúpula de escamas y sus gárgolas y sus tapacubos de decoración.
Empezamos ya a mirar para arriba, Estamos cerca de la 5 Ave., entramos en un Starbuck, cadena famosa en estas tierras donde te dan café chocolate, infusiones y pastelillos y magdalenas de todo tipo y forma. El lugar de preferencia de cualquier neoyorkino que se precie. A todo esto Margo, nuestra anfitriona nos va llamando o lo hacemos nosotros para ir quedando, pues ha decidido llevarnos ella en su coche aprovechando que está en New York visitando a una amiga.

Tras algunos cambios, decide recogernos cerca de donde tenemos las maletas a eso de las ocho de la tarde, lo que agradecemos pues ya tenemos los pies como botas.

Por el camino nos ofrece pedir una pizza para cenar, lo que declinamos pues todavía tenemos la barriga llena y haciendo la digestión. El paseo es muy agradable pues va bordeando el Hudson, un gran río que separa el estado de NEW YORK DE NEW JERSEY, y vamos viendo también como se va dibujando un skay Line de los rascacielos de New York según nos vamos alejando de él hacia el norte.

El lugar donde vive Margo es un especie de urbanización como la mayoría de las casas, con sus jardines delanteros y traseros, bonitas construcciones, la mayor parte de madera, predominando sobre la piedra o el ladrillo y con mucho gusto edificadas, pues por lo general no se repite el diseño de las casas. Los árboles que bordean las calles de la urbanización son grandes y altos, juntándose las copas en lo alto y formando un paseo de veinte o treinta metros de altura como si fuese una cúpula.

La casa de Margo siempre tiene abierta la puerta de su casa, no se cierra ni por la noche y por el día, estén o no estén, a la puerta no se le echa la llave. según se entra se topa uno con un escalera que sube al piso de arriba donde están los dormitorios y los baños. Siguiendo todo recto pasas al lado de una habitación vacía donde vivía su madre hasta que la llevaron a una residencia con demencia senil seguida de otra que hace las veces de comedor y junto a este comedor, sin separación de tabiques, se encuentra una gran cocina con una isla en mitad de ella, unos sofás, una mesita baja, una cheslón (jeje, así se pronuncia pero vete a saber como se escribe) y al frente el ventanal de salida a la terraza. En la misma cocina, antes de llegar a los fogones y la nevera hay un aseo con ducha, lavabo y water, que daba servicio a la madre cuando vivía con ellos.

Margo se despide de nosotros a penas llegados a su casa, nos pide que comamos lo que queramos y que vengamos a la hora que queramos. Nos deja un plano y horario de trenes y se va para sorpresa nuestra. Nos quedamos comentando un poco la jugada y nos marchamos pronto a dormir, en una habitación bastante grande, con una batería del hijo de Margo, que a propósito, nos habíamos encontrado al lado de la estación de tren de Hasting on Hudson que así se llama el pueblecito donde vive la cual nos enseñó Margo antes de pasar por su casa para indicarnos donde estaba.

Ya se pegan los ojos, así que no tardamos mucho en abandonarnos en los brazos de Morfeo y esperar a que llegue el próximo día.

Estamos a una media hora en tren de Mannhattan, la casa es muy agradable, y Margo nos ha resultado un tanto acelerada, pero muy amable.

Chao cucuruchos.